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domingo, 1 de febrero de 2015

Algunas preguntas sobre los accidentes in itinere.



Siempre que me detengo a leer informes sobre los accidentes laborales de tráfico (ALT) me encuentro con diversas aproximaciones al problema, sobre todo en su definición (accidentes de jornada laboral, accidentes en misión, accidentes in itinere, accidente laboral, accidente de trabajo...)


Licencia CC by Salim Virji

martes, 17 de abril de 2012

Principales consecuencias de un accidente laboral de tráfico.

Atasco en la autopista
Situación muy común en las autopistas al ir o regresar del trabajo.
English version


En España casi un tercio de los accidentes laborales mortales los ocasiona el tráfico. Un informe realizado por el Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo(1) realizado en el año 2010 afirmaba que la mayoría de los accidentes laborales de tráfico se producían en los desplazamientos de casa a la empresa o a la vuelta, lo que técnicamente se denomina desplazamientos in itinere. Según el informe, de los 65.446 accidentes laborales de tráfico que ocurrieron ese año el 71,6% fueron in itinere mientras que el restante 28,4% sucedieron en misión, es decir, durante los desplazamientos de trabajo.

En el año 2010, de 757 accidentes laborales mortales que se produjeron,  in itinere resultaron 188. También, sabemos que los accidentes de tráfico de ida y vuelta al trabajo suelen tener la peculiaridad de afectar especialmente a la población laboral femenina, muy por encima de cualquier otro tipo de accidente laboral.

Los ALT (Accidentes Laborales de Tráfico que engloban a los accidentes in itinere y en misión, también conocidos como ALV : Accidentes Laborales Viales) no son los más numerosos en el cómputo global de la siniestralidad laboral, pero una de las peculiaridades más llamativas en estos accidentes es su mayor gravedad respecto al resto, además, sabemos que el vehículo implicado en la mayoría de los casos es un turismo.


Siniestralidad laboral vial
Dirección General de Tráfico (Ministerio interior)



En nuestro país existe la ley 31/1995 del 8 de noviembre de prevención de riesgos laborales que obliga a las empresas a velar por la seguridad y la salud de sus trabajadores mientras desempeñan sus trabajos y en el camino hacia ellos. La administración pública debe vigilar el cumplimiento de esta normativa, pero claro, exclusivamente la inspección tampoco es la solución. En mi opinión sin una activa concienciación entre empresarios y trabajadores difícilmente se podrá mejorar esta situación. Tal vez la forma de potenciar las políticas de responsabilidad social empresarial y prevención laboral no sea la coerción y el miedo a la multa, sino la monetarización de las externalidades que los ALT provocan en los balances económicos de las empresas. Se trata no sólo de ganar esperanza de vida y seguridad en la organización, también se trata de ganar dinero, porque se deja de perder.


Los principales costes de un ALT son personales: siempre lo primero que valoramos es la pérdida de una vida o las secuelas físicas y psicológicas derivadas de un accidente, así como los cambios vitales y emocionales que reducen la calidad de vida a los afectados y a las personas más próximas a los accidentados. Pero también se ocasionan costes económicos para la empresa del trabajador siniestrado: lucro cesante por pérdida de actividad productiva del accidentado o del procesado y sus derivadas en el funcionamiento de la empresa, pérdida de imagen fuera y dentro de la compañía con una mayor desmotivación entre sus empleados, días de baja a pagar por el empresario, incremento de las primas en los seguros para sus flotas de transporte, reparación de los vehículos -según sean las condiciones de las pólizas y las responsabilidades del asegurado en el accidente-, incremento de las cotizaciones a la Seguridad Social o bien pérdida de subvenciones…

Finalmente tenemos a las administraciones públicas que también soportan unos costes que repercuten en la sociedad, como por ejemplo: el rescate tras el accidente, la gestión de los atascos producidos por el siniestro, la reparación de los daños en la vía pública, los días de baja laboral, los costes judiciales y hospitalarios que habitualmente son asumidos por las aseguradoras -o no... según sea el caso-. Tras un accidente laboral grave la administración pasa de ingresar cotizaciones a la Seguridad Social por parte del trabajador y del empresario a pagar pensiones por minusvalía o viudedad. Tampoco nos podemos olvidar de las repercusiones medioambientales cuando con el ALT se producen vertidos de productos contaminantes con el elevado coste que tiene reparar sus consecuencias en el entorno. Por último, desde un punto de vista social sabemos que estamos ante una causa significativa en la disminución de la esperanza de vida en determinados sectores de nuestra sociedad, fundamentalmente jóvenes y varones. Y sin embargo, ante este panorama descrito la respuesta de algunos empresarios es:

"Sí, tienes razón, pero la probabilidad de tener un accidente en una empresa mediana o pequeña es muy baja y prefiero asumir ese riesgo, pues no tengo preocupaciones más importantes que esa..."

Creo que esos empresarios no perciben la magnitud del problema, porque lo analizan como una probabilidad muy baja, inferior a las pérdidas ocasionadas por robo o huelga.

Para tener una correcta aproximación a este problema en primer lugar se debe conocer cuál es el valor económico de un accidente laboral de tráfico en nuestro país, en  segundo lugar analizar la probabilidad de que se produzca una accidente de trafico en la empresa;  que variará según sea el sector en el que se desarrolla el negocio, el entorno geográfico por donde se mueve, el tamaño de la flota de transporte y los tipos de vehículos que utilizan sus empleados para llegar al trabajo. Esas probabilidades deben calcularse a uno, dos y hasta diez años vista. Y en tercer lugar evaluar sus consecuencias según sean leves o graves en el proceso productivo de la empresa. El objetivo es la monetarización del riesgo. El empresario debería contemplar la amenaza de un accidente laboral de tráfico dentro de su política de defensa de la compañía y en su planificación de riesgos legales, aunque lamentablemente no siempre es así.


Muchos empresarios y empleados piensan que el seguro del vehículo cubrirá cualquier incidencia, y es un error. Un empresario tiene una responsabilidad civil subsidiaria con los trabajadores que deben conducir para ejecutar el trabajo del cual obtiene un beneficio económico, así lo contempla la ley.  Y por lo tanto debería de estar preparado para una contingencia que puede ocasionar un grave perjuicio económico en su organización. No es lo mismo que un juez declare como causa de un accidente una imprudencia laboral que declare dolo o imprudencia temeraria del trabajador (art.115.5 LG de la Seguridad Social), pues las consecuencias económicas para el empresario y para el conductor varían sustancialmente.

Si un trabajador accidentado en un ALT ha dado positivo en el control de alcoholemia o de drogas realizado con posterioridad -no olvidemos que los accidentes labores de tráfico sueles producirse en la vía pública y hay unos protocolos de actuación por parte de las autoridades- la compañía de seguros, amparada por la ley, se inhibirá de pagar la indemnización y la administración de justicia buscará la responsabilidad (penal y civil) en el trabajador, que según sea la estrategia de la defensa del acusado puede derivar en el empresario; el cual sin un buen plan de evaluación y gestión de riesgos laborales se encontrará bastante indefenso ante la ley.  Todo el entramado de protección de las aseguradoras que nos hemos otorgado y que se espera funcione tras un accidente laboral de tráfico desaparecerá si se demuestra que el conductor, como consecuencia de su actuación, realizó una conducción temeraria que provocó el accidente.

Los Ministerios de Trabajo y del Interior firmaron el año pasado un convenio de colaboración para fomentar la realización de planes de movilidad y seguridad vial en las  empresas. En ese convenio se establecía que las empresas que pusieran en marcha dichos planes podrían beneficiarse de reducciones en las cotizaciones a la Seguridad Social. Un buen estímulo a una necesidad todavía muy ignorada, como es la vulnerabilidad que una organización empresarial pequeña o mediana puede tener ante un accidente laboral de tráfico.












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Documentación de interés consultada



miércoles, 6 de julio de 2011

Movilidad digital y movilidad analógica


Contaré una breve historia sobre las implicaciones que el entorno virtual tiene en nuestro mundo. Veamos cómo sale.

Aníbal es un padre de familia que trabaja como consultor de sistemas de información (para los profanos diremos que se dedica a la informática) en una multinacional europea. Reside en una pequeña ciudad donde encontró el piso que podía permitirse con su salario. Cada día debe desplazarse durante una hora para llegar a la sucursal de la multinacional en la metrópoli.

Hoy su colaborador-jefe le ha informado de las nuevas líneas estratégicas aprobadas por el comité ejecutivo en el plan anual de la compañía. De todas ellas la que más le afectará es la LE 6: potenciación de la movilidad en los empleados. Muy pronto Aníbal recibirá un potente smartphone, un ordenador portátil inalámbrico y unos códigos de acceso de seguridad a las infraestructuras virtuales de la empresa para comunicarse en cualquier parte del mundo. ¿Y por qué no? También tendrá la libertad de trabajar desde su casa, flexibilizando el horario y evitando los temibles atascos matutinos o los exasperantes colapsos vespertinos de tráfico que diariamente sufren quienes viven en la diáspora de la gran ciudad. A nuestro protagonista se le dilatan las pupilas cuando le explica que podrá conectarse a las terminales de los ordenadores de sus clientes y operar como si se encontrara físicamente allí, sin la necesidad de desplazarse. Cuantas horas y dinero se ahorrarán con estas nuevas tecnologías.

Más tarde, en la cafetería de la oficina, Aníbal encuentra a Joaquín, colaborador-account manager (entre nosotros: un comercial) y le comenta la LE 6 que muy pronto les van a aplicar, las ventajas que disfrutarán y el ahorro que obtendrá la compañía con estas medidas. Joaquín le mira condescendiente, le pone una mano en el hombro y le explica que ellos ya hace dos años que utilizan esas tecnologías. Le dice lo siguiente:

“Aníbal, lo que te han contado es cierto, pero no te lo han dicho todo… -el comercial le mira a los ojos y continúa-. Vas a trabajar en casa, pero estarás más horas. Será más difícil desconectar del trabajo y dedicarte a tu vida privada. No te engañes, seguirás viajando, porque el cliente no sólo querrá ver aquello por lo que paga, sino también querrá tener un contacto con quien le hace el trabajo, algo que no se consigue por teléfono ni por e-mail. Todo esto lo que realmente significa es que te has quedado sin un puesto en la oficina. Crearán “las mesas compartidas” que los consultores las utilizareis esporádicamente cada vez que tengáis que acercaros a la sede de la compañía. La empresa no conseguirá el ahorro porque vayáis a viajar menos, pues seguramente será al revés y lo haréis con mayor frecuencia y más lejos; lo obtendrá por la reducción en metros cuadrados del alquiler de despachos y de delegaciones territoriales. Tu oficina a partir de ahora será tu coche o las salas de espera de los aeropuertos. ¡Ah! Y mucho cuidado con estas tecnologías al volante, porque gastan pocas bromas. La manipulación de un GPS o hablar por el móvil mientras conduces, en el mejor de los percances, te costarán una multa que rascará eficazmente tu bolsillo, si no se convierten en algo peor.”

Es interesante observar cómo unas tecnologías que se aprovechan de nuestro espíritu juguetón y en ocasiones nos son tan útiles, también tienen unos efectos secundarios muy importantes en nuestras vidas: las podemos llevar encima siendo parte de nuestros enseres personales, son herramientas que utilizamos para entablar contacto con personas lejanas mediante su tecnología o con personas próximas alardeando de su diseño, nos han convertido en hooligans de lo pequeño y portable, nos ofrecen confianza al sentirnos conectados a nuestro grupo, con ellas accedemos a información que nos tranquiliza o nos ayuda a tomar decisiones, nos monitorizan, hasta pueden resultar adictivas; pero sobre todo nos deslocalizan -aún estando siempre localizables- porque nunca hemos sido más “homo mobilis” que ahora.

Para más información ver: crisis-de-reputacion_online-nuevos-escenarios-nuevos-retos/ 

Para más información ver: la-revolucion-movil-y-el-futuro-de-la-web/ 




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