viernes, 18 de noviembre de 2011

La hipermovilidad, un nuevo estilo de vida

Frankfurt, ciudad-región
La movilidad en las ciudades-región
(Frankfurt am Main)


Cuando en un blog hacen referencia a un artículo que has escrito, pero a la vez lo relacionan con el de otro autor; obviamente lo primero que haces es averiguar de qué se trata y muchas veces te sorprendes de sus aportaciones y de lo mucho que tienes que aprender -la blogesfera tiene estas cosas-, pues bien, eso es lo que me ha pasado con un referencia realizada en el blog Georecursos a través de la cual se accede a un artículo de Francesc Muñoz (Urbanalización. 2010). Ese artículo trata fundamentalmente aspectos vinculados con el paisaje, y me gustaría destacar en este post algunas de sus aportaciones vinculadas con la movilidad, compartirlas con vosotros y añadir mi visión sobre este tema.

Para mí una de sus ideas más interesantes es que la movilidad se ha convertido en una forma de habitar en el territorio, expandiendo el fenómeno urbano y posibilitando la existencia de una cultura basada esencialmente en el desplazamiento.

Las ciudades expanden constantemente su influencia consumiendo más territorio y a su vez orientan sus funciones distinguiendo entre centro y periferia. El centro de las ciudades normalmente se especializa en actividades de ocio, consumo y turismo, mientras que la periferia queda para los usos residenciales, logísticos, industriales, etc. En consecuencia, el uso del espacio urbano público en el centro de las grandes ciudades así como su lenguaje arquitectónico se centra, según sea el caso, en dominios de ocio, de consumo o de movilidad. Más allá de la periféria urbana aparece el área de influencia de la ciudad, cuyos límites se difuminan por el territorio sin una continuidad urbana.

Con el desarrollo del homo mobilis aparecen elementos del paisaje urbano como las gasolineras, que han dejado de ser simples instalaciones de repostaje. Ahora ofrecen múltiples servicios y sus usuarios son multiclientes -vas a echar gasolina y sales con una barra de pan, un diario y una escobilla para el limpiaparabrisas- no paran de crecer los negocios asociados a las estaciones. Las hay que se mantienen junto a las grandes infraestructuras viarias, pero otras se integran en los polígonos donde se sitúan los centros comerciales y de ocio. Otro ejemplo lo encontramos en los grandes parkings de coches que actúan como imanes del tráfico rodado y se convierten en referentes que orientan a quienes se desplazan por esa zona. Este tipo de urbanismo suele hacer un uso muy  extensivo del suelo para satisfacer sus funciones -pensemos por ejemplo en las autopistas y autovías-. El hinterland (el área de influencia) de estas instalaciones siempre es superior a los límites municipales, pues aspiran a convertirse en centros de atracción de usuarios con alta movilidad y el nivel adquisitivo que otorga la propiedad de un vehículo o viajar registrados con un billete de transporte. Los que están fuera de estos ámbitos son una minoría no deseada y vigilada dentro de las instalaciones.

F. Muñoz indica que la expansión de las infraestructuras viarias y la clonación de los modelos urbanísticos en diferentes ámbitos territoriales potencian un concepto urbanistico de elevada movilidad, que homogeneiza formal y funcionalmente el espacio, ese modelo poco a poco lamina las diferentes identidades que las hacen únicas, sometiéndo al territorio a nuevos patrones metropolitanos. Fijémonos por ejemplo en el urbanismo y las funciones de los pueblos más próximos a las estaciones de esquí o en todo lo que rodea a los parques temáticos.

La hipermovilidad es otra característica a considerar; aceptamos mayores velocidades y en consecuencia cada vez adquiere más importancia para nosotros el tiempo frente a la distancia. Si hoy nos preguntan dónde vivimos es más probable que prefieran saber cuánto tiempo hay que invertir en el desplazamiento que su distancia en kilómetros. Las nuevas características que tienen nuestros desplazamientos obligan a modelar el territorio a las necesidades técnicas y funcionales de dicha hipermovilidad; comparemos el impacto paisajístico de una línea ferroviaria tradicional con las líneas de alta velocidad (AVE), no hay que ser un especialista para darse cuenta que la orografía ha sido sometida por los ingenieros.  El desarrollo económico potencia los desplazamientos y en consecuencia las congestiones. El estatus social, la situación laboral y el ciclo económico en el que nos encontramos también influyen en la movilidad. Los ricos se mueven más rápido que los pobres y además sufren menos las externalidades que generan. "Dime cuánto corres y te diré quien eres". El homo mobilis necesita desplazarse; ya sea por obligación (trabajo, residencia, servicios) o por ocio (compras, espectáculos, vacaciones). T. Vanderbilt, especialista en estos temas, considera el tráfico un modo de vida y no se está refiriendo exclusivamente a los profesionales del sector.




A-22  autovía
Las nuevas infraestructuras son fundamentales en la hipermovilidad.
  (Tramo Monzón-Binéfar A-22).


La globalización ha potenciado el protagonismo de las grandes ciudades que acaparan el crecimiento económico e incrementan la movilidad de los agentes económicos, con infraestructuras viales que se desparraman en un constante proceso urbanizador por un territorio cada vez más vinculado a la gran urbe. Con el actual modelo en red de las ciudades-región, la pregunta que me hago es si lograremos que este urbanismo sea realmente sostenible.


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    sábado, 5 de noviembre de 2011

    Los mayores se mueven.

    Movilidad sostenible
    Movilidad sostenible, Alemania
    En un estudio realizado por el RACC se indica que en un futuro muy próximo el peso en la pirámide de población de las personas mayores será muy importante en nuestra sociedad; estas personas tendrán un mayor nivel cultural, lo que producirá mayores demandas de ocio, de consumo, de cultura y de relaciones sociales. Este cambio social implicará un incremento de sus desplazamientos. A todo ello debemos añadir el proceso de sobreenvejecimiento que incrementará el número de personas mayores de 85 años con sus necesidades de movilidad mucho más específicas.

    Las personas mayores que circulan hoy por las calles y carreteras tienen unas características de movilidad inferiores a jóvenes y adultos. En muchos casos desconocen las normas de circulación porque nunca recibieron una adecuada formación vial, pueden distraerse en su mundo subjetivo o reducir su percepción de lo que les rodea, como consecuencia de los efectos secundarios producidos por los medicamentos que necesitan tomar.

    Nuestro sentido de la vista nos proporciona el 85% de la información que necesitamos para tomar decisiones mientras caminamos o conducimos, pues bien, ésta comienza a deteriorarse a partir de los 40 años. Una persona de 60 años necesita 10 veces más luz que un joven de 20 años para ver bien. Con la edad disminuye la capacidad de enfocar y por tanto empeora la profundidad de campo, los ojos pierden elasticidad y se hacen más sensibles a los deslumbramientos. Los ancianos, como los niños, tienen una menor visión periférica y deben girar la cabeza para tener un mayor campo visual, por cierto, bastante costoso en las personas que tienen artritis y molestias musculares; el sentido del oído también se suele perder con la edad. Los ancianos al cruzar las calles se desplazan más lentamente, pensemos que una persona con bastón cruza un paso de cebra más lentamente que otra en silla de ruedas.

    El estudio del RACC señala los principales problemas que perciben  nuestros mayores cuando se mueven como peatones: subir y bajar aceras, cruzar calles, superar obstáculos  -por obras o por la disposición del mobiliario urbano- e identificar vehículos,  señales de circulación o personas. Como usuarios del transporte público declaran problemas de accesibilidad a las estaciones y a los vehículos, acceder a los asientos, pagar, orientarse o comprender las indicaciones. Y como  conductores su principal problema es el progresivo deterioro de sus capacidades sensoriales, lo que les induce a cambiar sus pautas de comportamiento cuando circulan con vehículos: realizando una conducción menos agresiva, evitando los desplazamientos en horas punta y los itinerarios  nocturnos o con meteorología adversa. Ellos prefieren los recorridos cortos y las carreteras tranquilas sin demasiado tráfico, en las que se pueda circular lentamente. Otro problema que tienen algunas pesonas mayores es la aceptación del nuevo modelo de movilidad que deben asumir cuando dejan de conducir el automóvil, porque a nadie le gusta perder esa autonomía.

    Los accidentes que provocan los conductores mayores porcentualmente son superiores a otros segmentos de la población, sin embargo, acostumbran a ser leves ya que suelen producirse a menor velocidad; pero como peatones suelen tener una tasa de infracciones importante, similar a la tasa que se observa en la población de 5 a 14 años. Las personas mayores suelen ser los peatones que más sufren las consecuencias por traumatismos producidos con los accidentes de tráfico. En España entre los años 2004 y 2008 la mitad de los peatones fallecidos en entornos urbanos fueron mayores de 65 años y la accidentabilidad en este grupo se concentró en el segmento que superaba los 74 años.

    A mediados del siglo XXI aproximadamente una de cada tres personas será considerada mayor. El diseño de la movilidad hay que prepararlo para esa nueva circunstancia. Tenemos que responder a las necesidades de sus desplazamientos cotidianos, a sus limitaciones funcionales y a su propia seguridad vial. Garantizar la movilidad segura en las personas mayores no es sólo una inversión en su calidad de vida, también es una inversión estratégica para ahorrar en los costes sanitarios provocados por la movilidad que genera el automóvil.



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