martes, 15 de abril de 2014

El manifiesto sobre la crisis de las infraestructuras en Cataluña


moveiter ferrocarriles      
El 24 de noviembre del año 2010 se presentó públicamente un manifiesto sobre la crisis de las infraestructuras en Cataluña     avalado por múltiples entidades de personas del ámbito académico económico y cultural. Cuando se hizo público ese manifiesto ya se sentían los primeros zarpazos de la crisis económica, política e institucional que nos ha tocado vivir. Mientras aguantábamos sus primeros efectos había quien se dedicaba a engañarnos contándonos que la crisis sería corta y que ya se veían los primeros "brotes verdes" de la recuperación... Expresión que ha quedado grabada en nuestra memoria y en el registro de la Historia de España.

Este manifiesto se circunscribía al ámbito catalán y  puso negro sobre blanco las críticas a un modelo de movilidad que en estos días me gustaría volver a recordar y comentar. Predijeron, con razón, que la gran crisis, a la que clasificaban como profunda y dilatada en el tiempo, provocaría un cambio económico, aunque no se aventuraron a decir en qué sentido sería ese cambio. Sin embargo añadieron una nueva variable con la crisis energética que será determinante en el modelo de movilidad y transporte con el que saldremos de esta crisis.


El manifiesto al que me refiero indicaba que en Cataluña existe un modelo de movilidad y transporte sin sentido, el cual se ha dedicado a duplicar las autopistas y autovías con el sistema público de carreteras. Todo un sistema paralelo de infraestructuras públicas y privadas consecuencia de un modelo de inversión incorrecto que a servido para malgastar demasiados recursos públicos. Y sin embargo, con todo lo gastado, se ha olvidado el desarrollo de un modelo de transporte basado en la red ferroviaria; actualmente testimonial si excluimos a los servicios de cercanías en las áreas metropolitanas. Este manifiesto apoyó de forma muy explícita la potenciación del Ferrocarril con el traspaso del flujo de pasajeros y mercancías de un sistema de transporte a otro.

En aquel manifiesto se plantearon dos propuestas muy interesantes: en primer lugar establecían que las Administraciones Públicas dejaran de hacer las cuentas del Gran Capitán. Denunciaban que la planificación territorial realmente se basaba en el Plan de Infraestructuras y Transporte de Cataluña. Recordaban que las infraestructuras son un instrumento no una finalidad, y en la
situación de crisis en la que ya se estaba se demandaba una revisión a la baja en dicho plan.

La otra gran propuesta era que las administraciones dejaran de tratar a sus ciudadanos como súbditos; especialmente con la toma de decisiones sobre infraestructuras que les afecten. Todavía hoy los que planifican y toman las decisiones también son quienes deciden si se aceptan o se desestiman las alegaciones presentadas a los proyectos de infraestructuras, y en definitiva, son juez y parte.

Personalmente opinó que el modelo de movilidad ferroviario que plantearon en este manifiesto necesita de un sustrato industrial que lo respalde claramente (de momento ese apoyo no está demasiado claro), así como de una estrategia a largo plazo más transversal en diferentes sectores industriales y logísticos que, al menos yo,  desconozco si se ha desarrollado. Por el contrario, mi impresión es que cada vez se produce una mayor segregación económica en la movilidad; tanto para los pasajeros como para los servicios y las mercancías. Bajo el axioma de que "quien lo usa lo paga" se establece una mayor segregación entre quienes tienen dinero para moverse más deprisa e ir más lejos, con los que tienes menos recursos para moverse y lo han que hacer más despacio y en un radio de acción menor. A todo esto hay que añadir nuestro profundo individualismo, tan ibérico, que juega a favor del transporte privado más que del transporte público, a excepción de las grandes ciudades.

La meritoria propuesta de que las infraestructuras sean un instrumento y no una finalidad resulta un desiderátum que apoyo totalmente, y sin embargo me produce un gran escepticismo, pues mientras el sistema de financiación del sistema político que tenemos se base, de forma ilícita, en la adjudicación de la obra pública; por mucho que la justicia encierre a los corruptos (cuando logra hacerlo) nada cambiará si no se modifica ese sistema. Tal vez hoy  necesitamos manifiestos más ambiciosos que presenten propuestas de un mayor calado, capaces de devolvernos la ilusión en la política y el futuro.





    

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