lunes, 14 de enero de 2013

¿Hacia qué modelo urbano nos dirigimos: la ciudad mundial o las ciudades-mundo?

Aeropuerto Charles de Gaulle
Aeropuerto Charles de Gaulle.
Este tipo de infraestructuras resulta fundamental 
para el crecimiento de las metrópolis y la globalización


Estas Navidades he tenido la ocasión de leer el ensayo de Marc Augé: Por una antropología de la movilidad GEDISA (2007) en el que realiza unos planteamientos muy significativos sobre nuestra reciente evolución social y por qué resulta tan complicado comprender lo que nos sucede. Marc Augé lo resume con el concepto de sobremodernidad.


La primera pregunta que nos hacemos es: ¿qué es eso de la sobremodernidad? La sobremodernidad es una idea defendida desde hace años por este autor para referirse a determinadas características que tiene nuestra sociedad posmoderna; sometida a un exceso de causas que hacen muy complejo realizar cualquier tipo de análisis; donde la aceleración de la historia multiplica los acontecimientos y genera una superabundancia de información; las tecnologías producen un cambio en la percepción de nuestro planeta, cada vez es más "pequeño", al que nos aproximamos con constantes cambios de escala al referirnos a los múltiples acontecimientos con los que nos abruman los medios de comunicación; cambios de escala tambien en la forma de desplazarnos; donde se exalta el individualismo como una característica vinculada al éxito y al progreso en nuestra sociedad capitalista.


La universalización frente al particularismo

Sobre la maraña de acontecimientos que produce la sobremodernidad en la que nos movemos los seres humanos, Marc Augé pone su foco de atención en la lucha de dos corrientes ideológicas contrapuestas que compiten desde el siglo pasado por su supremacía dentro de nuestra cultura. Por un lado tenemos la visión universalizadora que recoge la tradición liberal por el crecimiento de bienes y servicios, así como el paulatino desarrollo de los medios de transporte y comunicación, reforzando la globalización y apoyándose en la exaltación del sujeto individual (del individualismo). Esta visión universalizadora también incorpora teorías ideológicas transversales de conciencia ecológica y social que el autor vincula con una idea de planetarización. Nuestro planeta es un cuerpo astrofísico que está en peligro (la Teoría de Gaia sería un ejemplo), al que hay que proteger con unos crecimientos económicos, ambientales y sociales sostenibles.  Por otro lado nos encontramos ante el ímpetu de ideologías que reivindican la identidad territorial y cultural como elementos aglutinadores de comunidades que no desean quedar desdibujadas bajo el peso de la  globalización, de la que deben defenderse o desean modificar. En este segundo grupo de ideologías, por contraposición a las anteriores, existe una clara exaltación del sujeto colectivo frente al individuo.


¿Estamos ante dos modelos ideológicos y urbanos, o tal vez no?

En esta obra Marc Augé también nos describe dos modelos urbanos vinculados con la dualidad ideológica entre la universalización y el particularismo. Bajo el soporte de la globalización existen tendencias urbanas que promueven el desarrollo de una ciudad mundial o de carácter planetario. Una metaciudad sin fronteras en donde el tejido urbano se extiende junto a los ríos y las costas, siguiendo las principales vías de comunicación como si de una extensa red de filamentos se tratara, donde puntualmente se desarrollan extensas megalópolis que funcionan como nodos de comunicación de una red mundial de circulación para las personas, los bienes, los servicios y las informaciones. Una utopía planetaria homogénea tanto en el orden cultural, como económico y lingüístico.

La otra corriente ideológica tiene una visión mucho más fragmentada del modelo urbano: las ciudades mundo, donde la población, que también se concentra en grandes núcleos urbanos, genera desigualdades y confrontaciones, pero son ciudades donde por el contrario pueden anclarse las diferentes identidades culturales. Se trata de ciudades-mundo receptoras de diversas migraciones que crean ecosistemas urbanos complejos, muy diversos  y difíciles de gestionar. Aquí no hay una utopía planetaria sino más bien una utopía territorial y cultural particularmente homogeneizadora en la que cada ciudad-región adopta su idiosincrasia.


Probablemente la realidad que se está configurando sea una combinación de ambos modelos urbanos sobrepuestos, donde hay individuos de éxito que se convierten en baluartes de una globalidad de marcado corte liberal, cuyos principales valores son la desterritorialización y el individualismo. Realmente no tenemos que hacer un gran esfuerzo para imaginarlo, podemos fijarnos en nuestros artistas más famosos, en nuestros deportistas de élite, en los políticos más destacados o en los altos ejecutivos para hacernos una idea del perfil de éxito que genera la ciudad mundial. Y sin embargo, también forman parte de este presente-futuro muchos individuos sometidos a un sedentarismo forzoso por razones económicas o culturales, que quedan segregados de la metacirculación de la ciudad mundial y de su hipermovilidad (aquí me reservo mis dudas en función de la evolución del negocio low-cost en los medios de transporte), ciudadanos distribuidos por los barrios de las grandes metrópolis con reivindicaciones identitarias, territoriales, culturales o religiosas. Actualmente ya podemos observar cómo se consolida esa realidad dual, que se superpone como en un palimpsesto. Finalmente quiero destacar un fragmento de la obra de M. Augé donde expone la lucha y el solape de esta dualidad paradójica:
“Asimismo, la ciudad-mundo y la ciudad mundial parecen estrechamente ligadas la una a la otra, aunque de manera contradictoria: la ciudad mundial representa el ideal y la ideología del sistema de globalización, mientras que en la ciudad-mundo se manifiestan las contradicciones –o, dicho de otro modo, las tensiones históricas- que genera el sistema. Asimismo, la unión de las ciudades-mundo y de la ciudad-mundial provoca la aparición de las zonas vacías y porosas que trata Philippe Vaset, que no son sino el lado oculto de la universalización o, al menos, el lado que ni podemos, ni queremos, ni sabemos ver.”   (pág.39)

Las zonas vacías y porosas a las se refiere en este texto forman parte de lo que el autor denomina los no lugares,  pero explicar este concepto requiere escribir unas cuantas líneas más que me comprometo a desarrollar en otro post.


New York, principal nodo de la red mundial de comunicación
  by Trödel in Creative Commons
Por cierto, si algún lector después de leer este post -por asociación de ideas- se pregunta cómo se llama el planeta-ciudad que aparece en la saga cinematográfica de Star Wars, le ahorraré la búsqueda en google: es CORUSCANT. En algunas novelas de ciencia ficción escritas por Isaac Asimov también se hace mención a un planeta totalmente urbanizado denominado TRANTOR. ¡Menuda pesadilla vivir allí!




Licencia de Creative Commons


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