martes, 1 de enero de 2013

Los efectos de la crisis en la movilidad que nos ofrece el automóvil.



En las grandes crisis, el corazón se rompe o se curte.
(Honoré de  Balzac)




Dos encuestas, la primera patrocinada por FESVIAL y la CNAE  y la segunda por FESVIAL y SEGUROS PELAYO -con el soporte técnico de GFK EMER-, presentan una interesante visión sobre el comportamiento de los conductores españoles durante la crisis que me han llamado poderosamente la atención. El objetivo de ambas encuestas ha sido analizar cómo ha afectado la crisis económica en los hábitos y comporta-mientos de los conductores españoles. La primera encuesta se efectuó en abril del año 2009 (empezaban los primeros efectos de la crisis) y se preguntaron a 1.006 conductores mayores de 18 años. Se trata de una encuesta por muestreo estratificado en regiones y ciudades con selecciones aleatorias, pero con cuotas por sexo y edad. De la segunda, realizada el año 2011, cuando la crisis golpeaba de pleno en nuestra sociedad, no tengo sus datos técnicos pero no creo que sean muy diferentes de la primera, en tanto en cuanto los autores utilizan su información para realizar comparaciones.  De todas las preguntas/respuestas que hicieron en sendas encuestas me centraré en las que más me han interesado y que articularán el tema de este post sobre la crisis:



Las estrecheces que tenemos en tiempos de dificultades económicas la mayoría de las personas nos obliga a optimizar los recursos, y entre ellos también los que utilizamos para desplazarnos. Usar el coche en distancias inferiores a 1.000 metros por fin comienza a plantearnos ciertas dudas sobre si deberíamos dejar de utilizarlo e ir caminando...¿Nos ha llegado de repente el sentido común?, o simplemente ha llegado la crisis y ha cambiado la perspectiva de nuestros análisis en todo aquello que hacemos. Hasta no hace mucho tiempo cualquier planteamiento que hacíamos importaba sobre todo que fuera eficaz, pero ahora debe de ser eficiente. Actualmente necesitamos ser mucho más eficientes en nuestros desplazamientos, sean éstos cotidianos, por motivos de ocio o de trabajo. Este cambio de percepción es básicamente individual, sin embargo lo estamos asumiendo de forma colectiva. Esa decisión es totalmente personal, pero... ¡caramba, con qué capacidad de contagio! La reducción del transporte de mercancías, la desaparición de puestos de trabajo, la menor disponibilidad de dinero por la caída de salarios, el desplome del comercio... han sido factores que han apalancado nuestra sociedad y muchos de nosotros hemos cambiado las pautas de comportamiento en la forma de desplazarnos. A menor actividad económica, menor movilidad.


Sin embargo la actual crisis no ha basculado sustancialmente el modo de transporte del vehículo privado al vehículo público. Muchos ciudadanos antes de decidirse por el transporte colectivo prefieren buscar soluciones individuales, por ejemplo practicar una conducción más económica, que algunos la disfrazan de conducción ecológica, pero desengañémonos, lo que realmente pesa es el bolsillo y la búsqueda del ahorro. En la particular y diaria guerra económica por seguir utilizando el automóvil el conductor cambia sus tácticas y asume sacrificar su tiempo en lugar de su dinero. Prefiere dejar de utilizar las autopistas de peaje y hacer cola por las carreteras, escudriñar por las calles de la ciudad en busca de las pocas plazas de parking libre que los consistorios municipales todavía no han mercantilizado. Hay una idea tozuda que me ronda por la cabeza y es que muchas personas han asimilado el coche como si de una prótesis se tratara y ya a no pueden vivir sin él. Si no pueden pagarlo con más dinero lo pagarán con más tiempo. Obviamente estos ciudadanos van a estar mucho más sensibles a cualquier iniciativa que proteja esta opción de movilidad, y los políticos lo saben. "Malos tiempos para la lírica" que nos cantaban en los años ochenta Golpes Bajos... Cuántos planes de movilidad sostenible se han quedado arrinconados en los cajones de los despachos por falta de presupuesto o porque muchos conductores están a la defensiva. Al final, el motivo siempre es que estamos en crisis, bendita excusa...



Esta última pregunta sobre el temor a ser multados me ha provocado una serie de reflexiones sobre el miedo; ese sentimiento que ancestralmente como especie nos ha permitido sobrevivir  activando la huida en vez de la confrontación. El miedo también puede paralizar e incluso bloquear una respuesta inmediata. El miedo puede usarse (y de hecho se hace con mucha frecuencia) para controlar a quienes lo tienen. El permiso de conducir por puntos es un ejemplo basado en ampliar el efecto coercitivo, no sólo sobre los que disponen de poco dinero sino también sobre los más adinerados que pueden llegar a perder su licencia administrativa para conducir en la vía pública, pero con la crisis el efecto sobre los que tienen menos dinero es doble. 

Esta crisis se está alargando demasiado y las redes de protección se están degradando. El miedo a perder esa pequeña porción de bienestar puede desaparecer cuando la clase media, en fase de extinción si no se remedia, detecte que está a punto de perder su estatus: cuando han embargado el camión al conductor autónomo;  cuando han destruido el empleo del trabajador por cuenta ajena; cuando al joven se les niega su derecho a tener un futuro en su país; cuando la administración ni tiene la capacidad financiera para mantener el estado del bienestar que debería haber garantizado. Y mientras, algunos políticos nos suben los impuestos, amplían concesiones a los oligopolios que prepararán sus jubilaciones doradas y malvenden nuestro patrimonio público al mejor postor de su confianza. Cuando todo esto sucede el miedo deja de funcionar como elemento de control social, y el gran mantra que nos lanzan desde los medios de comunicación con el lema: "la culpa de vuestras desgracias es de la crisis y de los mercados" deja de funcionar. Intuimos que es un mensaje vacío, hueco, un mensaje con nuevas deidades utilizadas para escurrir el bulto. 

Ya se atrasa la hora de poner nombres a los responsables de este desastre y juzgarlos.







Licencia de Creative Commons


Otros artículos relacionados:

1 comentario:

  1. Nuestras desgracias son unicamente culpa de los votantes, como sucede en todas las democracias. Los políticos son meros comerciales que ofrecen el producto que mejor pueden vender y le pongo como ejemplo los sistemas tranviarios que hace un par de decadas, de repente, todo el mundo quiso rescatar. Instalaciones, caras de mantener y de realizar, con las mismas problemáticas que en su día las redujeron a ferralla.
    Que en este 2013, alguien, en algún lugar, ponga un poco de conocimiento no manipulado para mejorar nuestras infraestructuras urbanas, pero que lo haga con los pies en el suelo y no en un bonito tranvía.
    Un saludo y le sigo con interés.

    ResponderEliminar

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...