miércoles, 15 de enero de 2014

¿Por qué culpamos al automóvil de los problemas urbanos?





El automóvil como medio de transporte no es el principal causante de los problemas que sufren las ciudades contemporáneas, en todo caso es su masificación, reflejo y síntoma del tipo de urbanización que nos han proyectando. ¿Por qué nos obsesionamos en el automóvil? Si viviéramos en Nueva Delhi en los años 70 del siglo pasado veríamos que los problemas de movilidad se producían con otro medio de transporte y si viviéramos en el Londres del siglo XIX observaríamos que las concentraciones de carruajes tirados por animales eran un verdadero problema urbano. Centremos el tema; no es el medio de transporte sino su éxito, su masificación y su densidad lo que produce en un entorno urbano el problema de movilidad. Y sin embargo no podemos perder de vista que en los ámbitos donde vivimos y trabajamos las necesidades de movilidad y de comunicación son fundamentales para poder beneficiarnos de las múltiples opciones que se generan en una ciudad, que son consecuencia de una gran concentración humana. Pues bien, esas necesidades de comunicación y de relación las satisface el transporte, y no podemos renunciar a su uso.


La activista urbana Jane Jacobs nos indica las pautas de un concepto de anticiudad como el resultado de la aplicación de un modelo arquitectónico, urbanístico, económico y legislativo donde el automóvil resulta ser el "pegamento" capaz de unir las diferentes partes de ese modelo urbano zonificado, que conduce a una carcoma urbana de monotonía en usos y paisajes urbanos. La ciudad se hace más difícil de usar, se hace más dispersa, en muchos casos molesta para sus habitantes y visitantes, resulta más cara e incómoda y hace perder mucho tiempo a sus usuarios con constantes embotellamientos y congestiones de tráfico, continuas búsquedas de aparcamiento libre para nuestros vehículos motorizados, calles con direcciones en un único sentido y consecuentemente con itinerarios 
más largos para desplazarnos en coche. Ver Muerte y vida de las grandes ciudades  (2011) J.Jacobs.


¿Cómo podemos conjugar el uso complejo del territorio urbano con nuestra necesidad de transporte y con sus consecuencias?

Existe una retroalimentación en el uso del automóvil: cuanta más gente los usa más espacio se necesita en perjuicio de otros medios de transporte que terminan resultando menos eficaces, obligando a que otras personas tengan que usar el automóvil, y por tanto se vuelve a necesitar más espacio para su uso en unas condiciones aceptables. Esta retroalimentación se basa en lo que algunos autores califican el diferencial de la comodidad, que determina el cambio de medio de transporte cuando decidimos realizar un viaje. La decisión del medio de transporte que utilicemos tendrá en cuenta la accesibilidad de los modos de transporte, el confort que nos ofrecen, la velocidad del desplazamiento, la seguridad, en definitiva, el tiempo que necesitaremos emplear y su calidad mientras lo efectuamos. El ejemplo más claro que se me ocurre del diferencial de comodidad lo apreciamos cuando se produce una huelga de transportes públicos y el consiguiente incremento del tráfico en las carreteras, porque muchos usuarios del transporte público, que dispone de opciones para elegir el medio de transporte, han decidido por su diferencial de comodidad usar el automóvil.

El tráfico urbano ha encontrado diversas metáforas para explicar dicha realidad. La de que el trafico de automóviles se comporta como un gas que ocupa todo el espacio que se pone a su disposición, también puede comprimirse cuando se le quita ese espacio. Y en este ejemplo vuelve a actuar el factor diferencial de la comodidad, los atascos pasan potenciales conductores de automóviles a pasajeros de transporte público. Otra metáfora interesante es la que usa J. Jacobs en múltiples ocasiones sobre el tráfico rodado como un agente erosivo de la vida urbana. Si con la erosión natural el agua desgasta los suelos y el factor determinante que cataliza dicho proceso es la gravedad, con la erosión urbana el tráfico modifica la trama urbana y desgasta el contacto directo entre sus ciudadanos, y aquí el factor catalizador que lo explica es la comodidad.

La afirmación de la divulgadora científica Jacobs es contundente identificando a los automóviles como los protagonistas de una erosión en la trama urbana a través de una retroalimentación positiva. La forma que propone de controlar tal erosión es compactando los servicios urbanos, alejándonos de un modelo de ciudad dispersa que se nos ha impuesto, potenciando los transporte públicos hasta que el diferencial de comodidad respecto a los automóviles sea claramente ventajoso en favor del transporte público. Es imprescindible disponer de unos transportes públicos limpios, seguros, previsibles, elegantes, rápidos, capaces de transformar el tiempo de desplazamiento en tiempo útil y agradable para sus usuarios. Éstos son los objetivos que pueden detener el proceso erosivo del que nos habla Jacobs.



Siguiendo con su línea argumental el congestionado tráfico rodado y la monotonía del paisaje urbano impuestos por los medios de transporte suponen un serio problema para la vida urbana. Y sin embargo, mucho cuidado con aplicar políticas que eliminen al automóvil de las ciudades a cambio de nada o muy poco.

"Un vacío urbano, me permito recordarlo, no es mejor que un tráfico caótico, y los ciudadanos sospechan con razón de programas que dan nada a cambio de algo". (Jane Jacobs en Muerte y vida de las grandes ciudades)

Mientras no se disponga de un excelente transporte público no podemos renunciar a ese pegamento urbano que une las diferentes partes de la ciudad. No tiene sentido tratar de eliminar la erosión urbana, porque siempre existirá, aunque tiene mucho sentido controlar y minimizar sus efectos. Tampoco podemos imponer políticas disuasorias en el uso del automóvil allí donde no son deseadas por sus ciudadanos. Pueden llegar a levantarse contra sus administradores si éstos sólo bajan de sus despachos a la calle con obligaciones y limitaciones. (El ejemplo más reciente lo hemos visto en los tumultos de Burgos). Los habitantes de cada barrio y de cada calle tienen derecho a opinar y ser escuchados por las autoridades consensuando en lo posible sus intereses con los objetivos generales de la comunidad. El problema también aparece cuando hay que saber distinguir entre los fines comunitarios y los fines especulativos de determinados lobbies demasiado acostumbrados a "relacionarse" las autoridades públicas.


El éxito social de un medio de transporte como el automóvil se ha convertido en un problema de gran calado en los entornos urbanos que debemos resolver. La clave estará en solucionarlo sin perder gran parte de la comodidad que hasta la fecha hemos alcanzado en nuestros desplazamientos.


Qué difícil es ir contra la fuerza de la gravedad, como también lo es ir contra la fuerza de la comodidad.





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