jueves, 1 de enero de 2015

Carros, carretas y diligencias


El Correo Real y el coche de postas
Los viajes de postas eran viajes a caballo a la ligera (sobre la grupa) aunque en algunos recorridos había la posibilidad de hacerlo sobre carruajes, básicamente en las carreteras más importantes. 
Coche de postas
  Fuente:  rails i ferradures



Eran viajes que se realizaban en determinadas condiciones, pues estaban muy reglamentados. A mediados del siglo XIX estos transportes podían realizar 250 Km diarios, pero eran viajes muy largos e incómodos. Las seis carreteras radiales que partían desde Madrid resultaban ser los principales itinerarios de postas: hacia Bayona, Perpiñan, Alicante, Cádiz, Badajoz y La Coruña.


El siguiente párrafo describe con detalle las características de un correo real
"El Correo Real, en  el que partimos de Burgos, merece una descripción particular. Se trata de un modelo de coche que ya no puede encontrarse en ninguna parte más que en la España fósil. Es un armatoste con ruedas enormes, colocadas muy a la trasera de la caja, que fue de color rojo en el tiempo de Isabel la Católica. Es un cajón extraño, con muchas ventanas de forma redondeada, almohadillado por dentro con pequeños cojines, que tal vez fueron en otro tiempo de satén rosa. Ahora, a pesar de sus adornos y agramenes, ostentan todos los colores. Semejante carroza se hallaba sencillamente suspendida en unas cuerdas, reforzadas en algunos sitios con soga de esparto. Tiran de esta máquina unas cuantas mulas puestas en hilera, con sus correspondientes postillones y el mayoral con su chaqueta de piel de astracán y pantalón de piel de oveja, vestido que le da una apariencia completamente rusa. Entre una lluvia de gritos, latigazos y blasfemias nos pusimos en marcha. Caminábamos a gran velocidad; devorábamos  el terreno con una rapidez fantástica. Nunca he visto mulas más furiosas, más bravas, ni más indómitas. Las comarcas que cruzábamos tenían un aspecto verdaderamente salvaje: eran inmensos yermos desprovistos de árboles,  monótonos, terminados en montañas de color ocre, a las cuales ni siquiera la distancia podía dar un tinte azulado. De vez en cuando atravesábamos pueblecillos construidos en barro, ruinosos la mayor parte de ellos."
Viaje por España de Teofilo Gautier pág. 53, 54

La diligencia
Se tiene constancia (Mendes Silva Catálogo Real de España) de la existencia de carrozas en España desde el siglo XVI, aunque eran testimoniales, pues lo normal era desplazarse sobre caballos, mulas o borricos, aunque los más sofisticados utilizaban para los desplazamientos largos literas sostenidas por mulas. Será a lo largo del siglo XVIII que con la mejora de las suspensiones se produjo el cambio de esas literas por los coches y carrozas en el transporte de personas por las carreteras. Paulatinamente la diligencia se convirtió en el medio de transporte por excelencia de pasajeros, sobre todo en las vías principales del reino, hasta que a mediados del siglo XIX comenzó a implantarse el ferrocarril, iniciándose la decadencia del transporte de fuerza animal.

Diligencia
  Fuente:  rails i ferradures


A continuación presento algunos fragmentos del viajero Teófilo Gautier que explica cómo se desplazaban en diligencia durante el siglo XIX.
"Dejamos los caballos en Irún. Aquí hubo que enganchar al coche diez mulas, esquiladas hasta la mitad del cuerpo. Además de las diez mulas,  el personal se aumentó con un zagal y dos escopeteros que traían trabuco. El zagal es una especie de postillón que tiene a su cuidado los frenos de las ruedas; que se preocupa de los relevos y hace, con respecto al coche, el papel de un hombre vigilante y atento. El traje del zagal es admirable; de una elegancia y una ligereza maravillosa; lleva un sombrero puntiagudo con cinta de terciopelo y madroños de seda; una chaquetilla de color tabaco o gris, con las bocamangas y el cuello de distintos colores- azul, blanco y rojo, por lo general-, además de unos calzones cuajados de botones de filigrana y de un calzado que son unas sandalias sujetas por cordones. Añadir a esto una faja roja y una corbata de alegres colores y tendréis la figura típica. A estos escopeteros se les llama 'miqueletes' y están destinados a escoltar la diligencia y protegerla contra los bandidos, si no fuese por ello, éstos no resistirían en la tentación de robar a los viajeros; pero la vista del trabuco les basta para tenerlos a raya, y para saludar con el sacramental: 'Vaya usted con Dios', a los viajeros con los que se tropieza en la carretera. El traje de los escopeteros es parecido al del zagal, pero tiene menos adornos tiene menos coquetón. Los escopeteros van en la imperial, a la trasera del coche y así pueden vigilar todo el campo."
Viaje por España de Teofilo Gautier pág- 26, 27

"(...) Partimos pues, en una diligencia muy confortable arrastrada por un ejército de mulas esquiladas, gordas y vigorosas que marchaban velozmente. La diligencia estaba tapizada de nankín y provista de cortinillas y persianas verdes. Después de las galeras, sillas volante y calesas en que habíamos traqueteado hasta entonces, este vehículo nos pareció algo magnífico.
Viaje por España de Teofilo Gautier pág. 149-150

La última referencia que encontré en esta obra nos muestra la intención que algunos viajeros encontraron por resaltar los aspectos más pintorescos con los que se tenían de enfrentar los románticos viajeros del siglo XIX cuando atravesaban las secas y polvorientas tierras de España, pensando que ya pisaban tierra africana.
"Se va a la ciudad en una pequeña diligencia que sale dos veces por semana. Parece que éste es el medio más seguro, pues pasados los Pirineos, como ocurría antes en Francia, se suele hacer testamento antes de emprender el menor viaje. Nosotros no encontramos, la verdad, gran justificación a los bandidos, pero no cabe duda que él añade encantos y evita el aburrimiento de un viaje en diligencia, que es la cosa más vulgar del mundo. Así, la expedición se convierte en una aventura, en la que se parte, pero no se está seguro de volver. Esto ya es algo en una civilización tan avanzada como esta moderna que podemos contemplar en nuestro prosaico y malhadado año de 1840."

 Teofilo Gautier. Viaje por España pág.114






    



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